miércoles, 23 de octubre de 2013

Esferita Mágica

Había una vez una esfera de luz cuyo brillo era fuerte a primera vista pero si se le veía de cerca y con atención, se podían apreciar pequeñas zonas de oscuridad. Esta esfera gozaba de buen brillo, y era una de las más bonitas y vistosas de toda Esferolandia. Imaginemos pues, cuan bella era y que luz más cálida debía de desprender, además de su agilidad en el vuelo y los movimientos tan armónicos que realizaba.
Un día esta pequeña esfera salió a dar una vuelta por Esferolandia y se encontró con una esfera grande. Para no confundir, llamémosla bola, porque eso es lo que era. Era una gran bola mate, sin brillo alguno, hosca y con tanta agilidad como pez fuera del agua. La esfera, interesada se acercó a curiosear a esa bola.
Al principio le dio reparo en conocerla, puesto que se parecía otras bolas que le habían robado partes de su brillo. Dicho proceso era muy doloroso y la pobre esferita no quería volver a pasar por lo mismo. Pero de repente, la esferita vio que la bola no parecía tan mala como las otras bolas. Ella tenía algo de esfera brillante debajo de esa capa mate y la esferita lo supo ver. La pena era que la bola no tenía idea de ese detalle y por ese motivo la esferita decidió hacerse amiga de la bola.
La pobre bola se sentía muy inferior a la esfera, tan ágil, tan brillante a pesar de los puntitos oscuros… Ay, pobre bola, que se sentía tan pesada, oscura y torpe. Nunca llegaría a ser tan bonita como si amiga la esfera y eso le hacía oscurecer más su superficie. No entendía como una esfera como esa podía ser amiga de una bola como ella.
La esfera no hacía más que soltarle piropos a la bola, intentaba que brillara más y que se moviera con más agilidad, pero la bola no hacía sino empeorar.
Y de repente a la esfera brillante se le ocurrió una idea. Le cedía parte de su brillo a la bola para que esta lo absorbiera y viera que bien sentaba tener ese brillo. La bola al principio lo agradecía, pero después volvía a ponerse oscura y más oscura cada vez, porque no se creía digna de ese brillo.
De hecho le cabreaba un poco la insistencia y la perseverancia de la esfera. Ella estaba muy cómoda siendo una bola oscura y torpe… Había sido así desde hacía mucho tiempo y ya no sabía ser de otra manera. Pero la esferita sabía que sólo era que la bola tenía miedo e intentó quitárselo compartiendo con ella más de su brillo.
Hasta que llegó un momento en que la esferita no pudo más. Solo le quedaba una mínima parte de su brillo y todos sabemos que eso significa que se moría. Y a pesar de eso, la bola seguía siendo oscura, torpe y pesada.
La pobre esferita, en un último intento por hacer brillar a su amiga, empezó a golpear su caparazón oscuro, a golpearlo fuerte y más fuerte, con saña, con rapidez y con su último aliento consiguió por fin romper la coraza oscura de la esfera más brillante y bonita que ella había visto jamás. La nueva esfera empezó a revolotear por toda Esferolandia, contenta de haberse quitado ese armazón oscuro y pesado de encima.
Pero… al instante se dio cuenta de que su amiga, la que había intentado que ella brillara con todas sus fuerzas y fuera la esfera más bonita, estaba muriendo… y ella no lo iba a consentir. Compartió con ella su nuevo adquirido brillo. Le dio todo el brillo necesario y más para que pudiera brillar con todo su esplendor.
La esferita revivió, un poco tintineante su brillo al principio, pero en menos de un segundo ya estaba flotando y brillando con más luz incluso que al principio de esta loca historia.
Cogió a su amiga ex-bola y juntas revolotearon, brillaron, volaron y fueron felices y comieron perdices.
 





No hay comentarios:

Publicar un comentario